EL DERECHO A LA CIUDAD

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Vivienda productiva en Huatzio, Mich.

Por Dr. Salvador García Espinosa

A partir de lo experimentado entre 2020 y 2022, durante la pandemia por el Covid-19 se comenzó a hablar con una intensidad inusitada de la vivienda como un espacio productivo, con el denominado home-office o teletrabajo, y el desarrollo de actividades educativas “en línea” o “a distancia”. Como si se tratara de una irrupción del espacio habitacional por actividades del ámbito público, como el trabajo o la educación.

Para muchas personas cambiaron significativamente las ideas prevalecientes que se tenían sobre la vivienda, incluso en la academia se despertó un inusitado interés por analizar el espacio habitacional en búsqueda de una falta de flexibilidad y versatilidad, necesarios para conferir a la vivienda un carácter multifuncional que permita transitar de lo laboral a lo habitable, en el mismo espacio y tiempo.

Lo anterior resulta altamente cuestionable si se considera que las actividades productivas y comerciales han estado presentes en el desarrollado de la vivienda. Baste recordar los espacios frontales de la vivienda, o incluso la planta baja, se destinaban a usos comerciales en viviendas de la época virreinal. En la actualidad es significativa la cantidad de viviendas en las que sus habitantes realizan actividades económicas dentro de ellas, en su mayoría se trata de un comercio que se instala en el espacio de la sala-comedor o incluso, utilizando el estacionamiento con la finalidad de construir un improvisado negocio.

Hay que señalar una primera consideración en términos de que la monofuncionalidad habitacional parece estar de forma exclusiva en el ámbito urbano. Razón por la que adquieren relevancia estudios como el realizado gracias al financiamiento del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación del Estado de Michoacán (ICTI-PICIR23-072) en la localidad de Ihuatzio, ubicada a tan sólo 10 kilómetros de Pátzcuaro, en la rivera suroriente del Lago de Pátzcuaro y cuya ocupación más remota data del siglo X al siglo XIII por pobladores nahuas.

La influencia del periodo virreinal persiste en su organización social, que es una combinación de tradiciones civiles y religiosas. De acuerdo con el último censo realizado en 2020 se registraron 3,950 habitantes (INEGI, 2020) y se estima que poco menos de la mitad se dedica a las artesanías con base en el tejido de fibra vegetal, conocida como chuspata, que emerge por encima de la superficie del agua, similar al tule, y ambas se utilizan para la elaboración de diversos objetos como cestos, petates, sopladores, sombreros, canastas, bolsas, tortilleros, sillones, mesas y figuras diversas.

La investigación realizada comprendió entre otros aspectos, la visita, medición y realización de planos de diversas viviendas con el objetivo de comprender a cabalidad el binomio que representa la vivienda productiva. El punto de partida es considerar a la vivienda rural como el espacio de extensión del trabajo agrícola, para el almacenamiento de productos o implementos agrícolas. La producción artesanal no es la excepción, y permite, con relación a la vivienda, las siguientes consideraciones:

Por ejemplo: el almacenaje de los manojos de chuspata se realiza en el corredor de acceso, zaguán o cualquier espacio de circulación techado o en su defecto; obliga a ser cubierta con plásticos para evitar que se moje. El tejido de la chuspata se realiza en cualquier espacio de la vivienda: el destinado a comer, lavar, preparar alimentos, incluso los cuartos de dormir, patio o corredor; hasta cuando se trata de elaborar muebles grandes, basta con retirar algunos muebles momentáneamente para “hacer espacio” y trabajar. El guardado de artesanías elaboradas se realiza en cualquier lugar de la casa, que presente las condiciones para salvaguardar los productos artesanales antes de ser adquiridos por el comprador.

Lo más relevante es el hecho de observar que la producción artesanal se desarrolla de forma indistinta en cualquier espacio de la vivienda, en aparente compatibilidad con cualquiera de las actividades domésticas. Esto en buena medida se puede expresar debido a la fluctuación que tiene la producción artesanal y que garantiza que las artesanías se elaboren por las amas de casa después de realizar tareas del hogar; por los hijos cuando regresan de la escuela o de algún trabajo que realizan fuera de casa.

Bajo el contexto anterior, y de acuerdo con lo observado en Ihuatzio, se puede afirmar que la producción artesanal resulta inherente al habitar y por lo tanto forma parte integral de la vivienda, no como una función confinada a un espacio determinado como puede ser el cocinar, dormir o comer, sino como una actividad permanente que permea todos los espacios y de igual modo está presente la mayor parte del tiempo al desarrollarse de forma permanente, en distintos intervalos y por los diferentes integrantes de la familia.

Otro aspecto significativo es el hecho de que, en las viviendas, si bien se observa que se utilizan de forma cotidiana algunos objetos artesanales como petates, sopladores, canastas o tortilleros; lo que en buena medida explicaría que primero constituyeron objetos de uso común, y posteriormente, ante la demanda por adquirirlos se comenzaron a producir en mayor cantidad y con fines de venta. Sin embargo, en las viviendas no se observó el uso de sillas, sillones, mesas y demás figuras, principalmente aquellos que incorporan estructuras de alambrón. Situación que encuentra explicación en términos de que el tiempo que se invierte en su fabricación es significativo, pues con frecuencia se supera una semana de trabajo y su valor de cambio que por su valor de uso.

Por último, el caso de Ihuatzio nos debe invitar a reflexionar sobre la equivocación que representa ubicar a la vivienda y el trabajo como extremos de la existencia humana. Un claro ejemplo lo constituyen las llamadas “colonias dormitorio”, o lo acontecido con el espacio público que en buena medida ha cedido su función de propiciar el encuentro social a los centros comerciales bajo la asociación de consumo-ocio. Aún sestamos a tiempo de aprender de la experiencia vivida durante la pandemia, y más aún, de las comunidades tradicionales como la mencionada en esta ocasión.