* Cuando el silencio ciudadano se convierte en complicidad.
Por Carlos Gómez A.
Columna de opinión
Vivimos en el mundo de las máscaras. Un escenario donde cuesta distinguir quién es quién, donde los buenos parecen malos y los malos se disfrazan de salvadores. Hoy todo se ha vuelto política, aunque muchos lo nieguen o prefieran mirar hacia otro lado.
He invitado a muchas personas a construir una fuerza ciudadana real, honesta y organizada. La mayoría responde con la misma frase: “ya no quiero saber nada de política”. Y es comprensible. La decepción es profunda, el hartazgo generalizado y la confianza, desgastada. Pero ignorar la política no nos libera de ella. Cuando los buenos se cansan, los malos gobiernan sin oposición.
Mientras más ignorante, dependiente y conformista sea un pueblo, más fácil será manipularlo con migajas disfrazadas de “apoyos sociales”. Es la nueva forma de control: mantenernos agradecidos por lo que siempre debió ser un derecho. Nos han acostumbrado a recibir en lugar de producir, a pedir en lugar de crear, a sobrevivir en lugar de progresar.
Los agitadores profesionales saben mover a las masas con falsas promesas y discursos de resentimiento. Manipulan la esperanza y la necesidad de la gente, mientras otros, desde la comodidad de una pantalla, critican sin conocimiento, repiten frases vacías o se burlan de la política a través de memes. La ignorancia convertida en entretenimiento es la herramienta perfecta para perpetuar el poder.
Cada desastre natural se convierte en oportunidad mediática. Las cámaras captan lágrimas y abrazos, mientras detrás del lente se inflan presupuestos y bolsillos. En los hospitales faltan medicamentos, el campo se abandona, los empleos se estancan, y las obras que sí generan productividad, transporte, minería, agricultura son frenadas con argumentos ideológicos o con mentiras diseñadas para detener el progreso.
El problema no es la política: el problema somos nosotros cuando renunciamos a participar. Cada abstención, cada silencio, cada excusa, es una forma de reelección para quienes abusan del poder. El conformismo se ha vuelto el voto más poderoso a favor del sistema corrupto que decimos odiar.
En este contexto electoral, necesitamos entender que votar no basta. Hay que pensar, cuestionar, exigir y participar. La política no pertenece a los partidos; pertenece a los ciudadanos. Es tiempo de rescatarla.
El verdadero cambio no llegará de un caudillo ni de un nuevo slogan. Llegará cuando despertemos como sociedad, cuando aprendamos a distinguir entre ayuda y manipulación, entre justicia y populismo, entre promesas y resultados.
Hoy el poder está en nuestras manos, pero también la responsabilidad.
Porque quien no defiende su país, lo pierde, y quien no participa en su destino, termina sirviendo al ego de otros.
Despertemos. Participemos. Hagamos patria.
El futuro se construye desde lo local, cada colonia, cada comunidad organizada, todo un pueblo consiente, no desde la banca ni de la espera.
* Carlos Gómez A., es coach de vida y negocios, conferencista y promotor de conciencia ciudadana.
Su visión combina liderazgo, responsabilidad social y desarrollo humano como pilares para reconstruir el tejido nacional.