Vivimos una época muy acelerada, en que se veneran los cuerpos perfectos, la juventud y los cutis lozanos y sin defectos. Al parecer solo las personas que son susceptibles de salir en una portada de revista o salir en un programa de televisión son las únicas estética y funcionalmente adecuadas para vivir en este planeta.
Y yo pregunto ¿y los demás humanos que no portamos esas cualidades, no tenemos derecho, que por estar chaparro, feo y panzón, no tengo los mismos derechos que esos figurines, a participar y vivir esta vida? Pues no, todos, absolutamente todos, estamos en esta tierra, la cual compartimos y qué mejor que en cada cumpleaños reconsiderar que la madurez viene con la experiencia y que la experiencia viene con los años y con los años viene la vejez, y que es difícil llegar a ella, pero más difícil es no llegar a ella.
Se puede llegar a decir no cumplí 63 años cumplí 20, pero con 43 años de experiencia, misma que deberemos atesorar y sacarle el mayor provecho para uno, y sobre todo para esa sociedad que tan cruelmente no valora ni la experiencia de un ser ni el deterioro físico al que se enfrenta un ser humano con el tiempo.
Los seres humanos tenemos miedo a envejecer, queremos que nunca llegue, como si viviéramos en la “novela del retrato de Dorian Grey”, de Oscar Wilde. En el que, el que envejece es el cuadro, no el individuo, no, desgraciadamente envejecemos, y ese envejecimiento no es aceptado por muchos seres humanos, de ahí nació el hecho de idolatrar la cirugía plástica, llevándola a grados extremos de esa idolatría, que más que evitar el paso de los años y mejorar la apariencia física, daña y lesiona más de lo que beneficia, tenemos muchos ejemplos sobre todo en la farándula con estrellas, que queriendo vivir la “fuente de la eterna juventud”, bebieron de la copa de la exageración de la cirugía: deformando sus aspectos físicos en ocasiones hasta monstruosos, pero por caras y actuales suponen que detendrán el tiempo, pero no, no es así, no, el padre tiempo no perdona, de aquí que al cumplir años debemos reconsiderar en cada año que se cumple es un año más de experiencia, un año más de gracia y de agradecimiento por la salud ¿por qué? porque sigo aquí, vivo y seguiré trabajando, ejerciendo mi profesión, leer más libros, conocer más gente, ayudar a más gente y por qué no, más errores que cometer, y poder solucionarlos.
Genero mi propia individualidad tratando de ser independiente, sobre todo emocionalmente, aunque algún día tendré que depender de alguien y ojalá ese alguien esté allí para no sufrir de la terrible soledad en que viven muchos viejos. Me conozco mejor y tengo menos miedo de enfrentar cualquier problemática, eso es lo que debo reconsiderar, para que mi paso por esta vida no haya sido desaprovechada.
Soy más libre porque aprendí a superar mis miedos y logro controlar mejor a muchos de esos miedos que antes me dominaban, y al dominarlos me siento más libre, eso es lo que debo reconsiderar, que en ese balance anual sea a mi favor, pese a todo lo bien que he pretendido hacer las cosas, me percate cuan imperfecto soy, que aun con los años soy susceptible de perfeccionar con toda la humildad que esto representa.
Tengo más facilidad para controlar y gestionar mis emociones, debo de tener mejor control en mí mismo y todo esto me dará esa felicidad tan anhelada y tan esperada por tanta gente.
Hoy cumplo años y me hace reconsiderar esto, agradecer a un ser supremo el que me permita llegar donde estoy, ayudar a quien he ayudado y que no llegue a caer en un triunfalismo falsamente orgulloso, y si fracaso no llegue a desesperarme, todo esto debemos reconsiderar cada año que pasa.
Agradezco a usted lector que me permita llegar día a día con los temas que aquí toco, y sobre todo que lea mi columna, que insistiré siempre, solo tiene por objeto mejorar su cultura médica, y por qué no, un poco de cultura general.
Gracias a Gente del Balsas por seguir permitiéndome escribir en este prestigiado ahora periódico digital, y a usted gracias por estar ahí.