Por Dr. Manuel Portillo Serrano
Gastroendoscopía/Gastrocirugía
Ninguna cultura del mundo conmemora el Día de Muertos como lo conmemoramos aquí en México, una mezcla entre cariño, miedo, respeto, burla, y en ocasiones hasta cinismo para encarar a la muerte.
Mucho de pagano, mucho de cristianismo, mucho de catolicismo, es una mezcla que se ha ido dando con el paso del tiempo, ni un sociólogo podría entender en qué parte inicia el paganismo, en qué parte se mezcló con la religión, en fin, hoy día es una conmemoración esperada y justo en estos días finales de octubre se están haciendo preparativos para que los días 1 y 2 de noviembre tengamos listos los altares para los muertos y la comida que a los difuntos les gustaba, así como las bebidas que ellos también bebían, para que esos días vengan a convivir con nosotros en este mundo de vivos y coman su comida favorita y beban sus bebidas predilectas.
Los altares, casi siempre iguales, con la foto de esa persona que ya no está en este mundo, flores de cempasúchil color naranja y amarillas, y flores, muchas flores, y como estas están caras ahora se ha usado aserrín de distintos colores que le han dado más colorido a los altares en forma de tumba y en el frente el sitio del altar que llevará la foto y los alimentos y bebidas; los alimentos, mole, calabaza, tamales, arroz, dulces, los alimentos predilectos de ese difunto, las bebidas siempre llevará agua, agua del sabor predilecto de ese muerto, cerveza, café y si fumaba sus cigarrillos favoritos, y claro una pieza del pan de muerto.
Pan elaborado exclusivamente en estas fechas, que tiene como característica ser el pan y llevar sobre el cuerpo de ese pan los huesitos también de masa y que dan la impresión de ser exclusivamente de las fechas del pan de muerto, actualmente los hay con chocolate, con cajeta y con muchos sabores extras, también hay quien pone una calavera de plástico dentro del pan, semejando mucho la rosca de reyes con un muñequito en su interior, pero esta costumbre no es propia del Día de Muertos.
Las calaveritas de azúcar y de chocolate con el nombre de cada uno, incluso vivo, en la frente, generalmente a maquina de escribir y que se colocarán de distintos tamaños en el altar.
Si es un niño el finado, el día 1 es su día y se pone su altar y se colocarán sus juguetes y su pelota para que llegue a jugar, con su foto y el resto de las comidas y bebidas es igual.
Esta fiesta hacia los muertos no solo es una costumbre en nuestra sociedad, sino en lugares como Pátzcuaro, Mixquic, se consideran mágicos, ya que se velará toda la noche la tumba de esos muertos no solo con su altar en la casa, sino que van, sobre todo los adultos, a dormir y convivir con esos muertos a su tumba, a comer con ellos, a beber con ellos, aunque esta última parte ha sido más popular que la de la comida, pero se llena la tumba de flores y velas, encendiendo luces para que el difunto sepa a dónde llegar y llegue a convivir con ellos el día 2 de noviembre.
Se mezcla mucho con la festividad anglosajona de Halloween, también pagana y con un trasfondo demoniaco, del cual muchas religiones prefieren estar apartados.
De esa tranculturalización (mezcla de culturas,) surge lo que el día de hoy estamos viviendo, altares, tumbas iluminadas y niños saliendo a pedir su “calaverita”, dulces, como copia del Halloween gringo, se disfrazan (los que puedan), los que no “si querrán dulces” y se les dan dulces, que los colocan en una calabaza, en un bote, en una caja, en fin, lo importante es salir a la calle disfrazado y que les den dulces, repito, mezcla de cariño, miedo, respeto, burla y ese cinismo que nos permite hablarle a la muerte de tú, teniéndola cerca y burlarnos de ella, por uno o dos días, pero sin perderle el respeto, que estoy seguro que todos llevamos hacia la muerte.
Algunas personas no están de acuerdo en festejar o conmemorar de alguna manera o de otra, pero son costumbres que se han arraigado tanto en nuestra cultura y son parte de nosotros.
La UNESCO lo denominó “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.
Felices fiestas de muertos.
Gracias.