En Europa y USA hace unos 15 a 20 años, justamente en 1998, un investigador llamado Andrew Wakefield, en un trabajo históricamente infame y retrógrada para la naturaleza humana, publicó que había una conexión estrecha entre el autismo en niños y la vacunación que se realiza en los menores, y esto generó como fuego en pajar, sobre todo en las sociedades cultas pero con tendencia a la rebeldía social, un rechazo en automático a que sus hijos se vacunaran.
Generando hoy día y posterior a esa rebeldía de hace 20 años, que los jóvenes que nacieron en esa época sean ahora los desarrolladores del sarampión, la tuberculosis y las neumonías que ya tienen un comportamiento totalmente atípico.
En México en esa época no se comportó la sociedad igual con esa información emitida hace 20 años, pero en estudios socioeconómicos y sociológicos actuales se ha demostrado que la sociedad Mexicana cursa actualmente en un momento histórico semejante al que cursaron las sociedades europeas y americanas en 1998 y que en México se tiene el temor que sea en esta época estos grupos sociales desarrollen un fácil caldo de cultivo para reafirmar nuevamente el efecto nocivo de las vacunas. Por lo tanto, la sociedad actual mexicana joven, socialmente culta pero rebelde, pueda en un momento dado caer en esa rebeldía de no vacunar a sus hijos por evitar el autismo y para la mala fortuna de los casos de autismo, europeo y americano, se demostró que nada tenían que ver las vacunas en la aparición del autismo de sus hijos.
Afortunadamente aquí en México no existen grupos antivacunas y la cultura médica mexicana aún tiene cierto dominio en la opinión pública, que ha evitado el crecimiento de esta tendencia. Aun con estas afirmaciones no debemos subestimar la posible aparición de este movimiento, de aquí que será labor de nosotros los médicos, convencer y afirmar la efectividad y la seguridad de las vacunas, y con esto se evitará un riesgo para la salud de las personas en el mediano y largo plazo en nuestro país, y todo porque no se vacunaron a tiempo.
Este daño o mal informático se ve más acrecentado, ya que esas clases sociales de mediana a alta capacidad económica que tienen internet y que accesan a redes sociales y a áreas de total desinformación, pueden recrudecer ese sentimiento antivacunas que se desarrolló hace 20 años en Europa y en EUA, de aquí que debamos ser totalmente creíbles y no caer en que el paciente dude de lo que le estamos diciendo, ya que puede sufrir un deterioro la confianza del público al médico.
Se realizó un trabajo de como la sociedad latina americana veía al médico y como podría repercutir en Latinoamérica y en un trabajo llamado RAND, se demostró lo que ellos llamaron el “truth decay” en la que decaía la credibilidad del médico ante las evidencias falsas y menciones en las redes sociales en una forma avasalladora dominando más que el criterio médico en las redes sociales. Situación que pone alerta a la sociedad médica mexicana para fortalecer la relación médico-paciente y fomentar la cultura de la vacuna, y tratar de evitar todo lo relacionado con campañas antivacunas.
Un país que ya ha tenido el choque con este tipo de campañas es Brasil, que, en Facebook en 2017, ya tenían hasta 13 mil seguidores, dos personas chilenas murieron al no vacunarse para ir a Brasil y murieron de fiebre amarilla, aun en México, insisto, no se han permeado este tipo de grupos, pero debemos estar atentos, ya que como se ha visto nuestra sociedad es fácil presa de este tipo de informaciones negativas.
A estos grupos se les agregan aquellas personas que tuvieron mala experiencia con las vacunas, sobre todo del virus del Papiloma Humano, tifoidea y sarampión sin olvidar el de la polio, que presentaron activaciones de enfermedades y que aun sin ser antivacunas se comportan como tales.
Responsabilidad de todos, medicina social, medicina privada y el área gubernamental, aquí nada de que “a mí no me toca”, nos toca a todos los que estamos en el sector salud.
Gracias por leer este artículo.