Por Dr. Manuel Portillo Serrano
Gastroendoscopía/Gastrocirugía
Regreso de IMSS/COPLAMAR, 8 meses seguidos en la Torre de Especialidades Centro Médico La Raza, solo cirugía de tercer nivel, y como me tocaba rotar con Andoni, mi compañero del R3, rotamos por todos los servicios quirúrgicos literalmente.
Como R3, tú escoges a las cirugías que quieras entrar, y algunas sí son obligatorias, y ahí nació esa frase y definición de residente de tercer año de nuestra generación; “Como un ser de más de 1.82 metros, que habita en los quirófanos de la torre de especialidades”, ahí vivíamos, ahí dormíamos y siempre nos encontraban ahí, sabíamos qué días nos tocaba guardia, pero nos quedamos en otras guardias, para apoyar a nuestros compañeros.
Y dentro de los apoyos, el apoyo histórico fue como R3 el 19 de Septiembre de 1985, estábamos rotando en el servicio de Cirugía de Cabeza y Cuello.
Yo me encontraba en casa, terminado de bañarme, exactamente secándome y parado frente al espejo, a las 7.20 AM, percibo una sacudida, el temblor iniciaba, me cubro y salgo a buscar a mi Madre, que ya venía de la cocina, ella siempre buscaba una puerta y en el quicio de ella rezaba, mis hermanos no estaban en casa, ya se habían ido a trabajar, esperamos a que terminara el temblor, tiempo interminable, y por fin pasó el temblor.
Yo entraba a las 8 am a quirófano, así que me subí en mi pulgoso, un VW clásico muy viejo y me dirijo a mi servicio, -sí sentí el temblor fuerte y supe que era trepidatorio, pero jamás me imaginé qué tan grande había sido esa catástrofe-, sino que al dirigirme a La Raza y vi los edificios dañados, letreros derrumbados y tanta tragedia y todos los semáforos apagados, personas dirigiendo el tráfico, solo atiné a regresar a la casa con mi mamá y decirle que me regresaba al hospital y que iba a estar ahí durante el tiempo que se requiriera, que les hablara (muy difícil, no había teléfonos) a mis hermanos y que se fueran a la casa con ella y que no salieran.
De ahí me fui al hospital, dañado, pero de pie, y nunca me imaginé lo que había sucedido en mi ciudad, una verdadera tragedia, el temblor fue devastador, ahí aprendimos todos la palabra solidaridad, todos ayudábamos a todos, y a mí me tocaba en los quirófanos de La Raza, y ahí lo pasamos todos los R3 y R2, de guardia los días 19, 20 y 21 de septiembre, oíamos lo que afuera pasaba en radio y las pocas televisiones que servían, Televisa no transmitía, durante las primeras 24 a 48 horas recibimos muchos heridos para cirugías de traumatismos, para amputaciones y para laparotomías, era interminable, los 10 quirófanos trabajando a su máxima capacidad, todos los residentes de anestesia y los quirúrgicos y los médicos ahí estuvimos.
Se formaban equipos quirúrgicos constantemente, el más cansado a descansar y entraba otro, puedo asegurarles que trabajamos todos apoyando a los heridos y lesionados sin importar si eran o no derechohabientes, recuerde que esa época no había teléfonos celulares y las llamadas eran solo por línea y estas estaban dañadas, me llenó de orgullo cerrar mi formación quirúrgica pudiendo ayudar a tanta gente, y hacerlo en mi hospital, La Raza, al lado de mis compañeros de la residencia y mis maestros, fue una experiencia que nunca olvidaré, hombro con hombro, sala tras sala, y así la réplica del temblor del día siguiente, del 20 de septiembre, aproximadamente a las 7 de la noche nos tocó operando una amputación, de una señora de su brazo derecho, por un aplastamiento de una loza y estábamos en sala, yo era el R3 a cargo, y ni mi R2 ni el R2 de anestesia nos salimos durante el temblor, se fue la luz momentáneamente pero continuamos, solo le pedimos al creador que no se cayera el hospital, nos quedamos al lado de nuestra paciente.
Pasó la crisis y salimos de esa prologada guardia más apesadumbrados que cansados, más deprimidos por tanto dolor que adoloridos, con más llanto que lágrimas, con más orgullo que dolor, y dándonos cuenta de que soy dichosa y orgullosamente un mexicano, que pude ser solidario con mi pueblo mexicano.
Salí para dormir un poco y para ir a buscar, literalmente a rascar y cargar piedras de entre los escombros; y así buscar a mis amigos y conocidos desaparecidos, y vi afuera de nuevo la terrible realidad, en CONALEP del centro a buscar a Gabriela, sí la encontramos, pero no como la hubiéramos querido encontrar, igual con Margarita, le decíamos Magüé, hermana de mi compañero Aarón, en la calle de Baja California, cerca del Centro Médico, sí la encontramos, pero también, no como la hubiéramos querido encontrar, también mi compañero y amigo de la carrera Dr. García en el hospital Juárez, cuando aún estaba en el centro del Distrito Federal en aquel entonces, un excelente residente de cirugía general de 3er. año, lo encontramos a 100 metros antes de la salida principal, con el hospital colapsado, y él estaba cargando a un paciente, murió como un héroe, dándole valor a ese nombre de ser R3 de cirugía, responsable con sus pacientes.
Como ellos tres, miles de personas más se fueron ese día 19 de septiembre de 1985, las cifras reales nunca las sabremos, lo que sí sé que fueron miles, había en la ciudad cierto olor a podredumbre y carroña.
Terribles épocas que me tocaron vivir en la recta final del R3, salimos en febrero del 1986, y ese temblor nos dejó a todos marcados por la solidaridad del pueblo mexicano, vino el dejar la residencia, enfrentar los puestos institucionales para cirujano en la hoy CDMX y en la megalópolis, me enfrentaría a la vida laboral.
Gracias.