Se fue un ser humano: muy Cortez

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Por Dr. Manuel Portillo Serrano

Gastroendoscopía/Gastrocirugía

La semana pasada dejó este valle de lágrimas un personaje que trastocó la vida de muchos seres humanos, y más a los que estábamos en mi generación o alrededor de ella, aunque sus composiciones y su música no tienen edad ni una generación en particular, ya que es para todas las generaciones, por lo que dicen, por su filosofía y por su profundidad al escribir.

Escribo del Sr. Alberto Cortez, de nacimiento Argentino, pero puedo decirles que fue ciudadano del mundo, vivió mucho tiempo en México y se hacía acompañar de otro grande de la composición y el canto, Facundo Cabral, originarios de una trova muy ligera y romántica muy sentida pero muy real, crecí oyendo canciones como esa de Mi árbol y yo, recordando parte de la letra, “fue mi madre quien lo trajo, yo tenía cinco años y era apenas una rama” y como hace una sinonimia de la vida de ese árbol con su propia vida y la de todos los seres humanos en ese árbol que ayudó a sembrar ya que “lo cubrió de tierra” y la abonó, y él a la sombra del árbol “perdió la inocencia” y ese árbol se quedó ahí como mudo testigo de su crecimiento, de su desarrollo, de su partida, pero también de su regreso, lo esperaba ahí firme, viejo amigo, parado, callado, serio, pero esperándolo. Ya no estaban sus padres, ahora estaba el árbol y como buen amigo lo esperó a que él regresara.

Como en esa canción resume la vida de cada uno, muchos sembraron árboles en su casa con objeto de que los esperara para cuando regresaran, fue una canción sencilla, fue una filosofía igual de sencilla, pero sumamente profunda.

Cómo interpretó una canción que en la época del amor juvenil o ya ciertamente maduro, nos hacía vibrar, “en un rincón del alma, donde tengo una pena que me dejó tu adiós”, como a veces hasta alguna lágrima brotó al escucharla o al entonarla, en la estrofa que dice “me parece mentira después de haber querido como he querido yo, me parece mentira encontrarme tan solo como me encuentro hoy”, quién no suspiró, quién no rodó por su mejilla una lágrima al ver ese amor perdido, ese era el tamaño de Alberto, tocando la parte más sensible de un ser humano.

Esa canción “Cuando un amigo se va”, que interpretamos cuando nos íbamos, y mira que en Medicina muchas veces nos íbamos cada año al internado, al servicio social, a la residencia, y cómo la entonábamos con los amigos y al regreso la volvíamos a escuchar y a contar las experiencias que cada año nos iba dejando, cómo íbamos aprendiendo y cómo íbamos madurando en esto que llamamos vida, y hoy cómo cambia la entonación, ya con edad encima y con amigos que se van para nunca volver. Cómo duele Alberto, tú sentiste lo mismo que nosotros al ver que un amigo se va.

Quién de mis amigos al sufrir un cambio de estos, que te da la vida y que tienes que cambiar tu vida, tu residencia, tu lugar y tu entorno: no entono lo de “a partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida, a partir de mañana empezaré a sentir la mitad de mi muerte”, con ese dejo de duda, de miedo por lo que fuera a venir, pero con ese valor que siempre infundió en abrirse camino, con trabajo y honrado.

Gracias Alberto por haberme acompañado durante mi vida, y hacer que tus canciones fueran parte de ella, partiste, pero tu música y tus composiciones quedan como legado eterno para las generaciones futuras, actualmente algunos jóvenes no te conocen, pero en alguna época de la vida de esos jóvenes que tengan que partir, que pierdan un amor o vean que tienen que cambiarlo todo y escuchen las melodías y las letras de tus canciones, se darán cuenta que existió un ser humano con la sensibilidad, el valor y el coraje de escribirlas, ponerles música y tocarnos a más de tres generaciones, que crecimos con él.

En una canción dice “qué suerte ha tenido de nacer, para estrechar la mano de un amigo y poder asistir como testigo al milagro de cada amanecer”, nunca tuve la oportunidad de estrechar tu mano, pero si estreché tus canciones, y no con la mano, con el corazón y cada mañana vivir el milagro de cada amanecer, gracias Alberto, y se despide a un amigo.

Gracias.