Ecos para la posteridad

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Por Yazmín Arroyo

Sean ustedes bienvenidos, mis queridos lectores a esta mi columna; en estos días, en los que los amaneceres están siendo muy fríos, días en los que algunos de nosotros somos felices y otros no tanto, por tanto cambio brusco de temperatura, en esta nuestra regocijante ciudad costera de Lázaro Cárdenas.

En esta ocasión, quiero tocar el siguiente tema, de todas las noticias que están surgiendo en lo que va del año, este 2023 que está resultando avasallador, por tantos acontecimientos importantes, fíjense que compañías tan importantes como Amazon, Microsoft, Spotify y Google han anunciado despidos masivos en estos días.

Y resulta hasta chocante escuchar que despiden no 1 ni 2, sino 600, 5000 o hasta 12 000 empleados como el caso de Google, y escuchar frases como “Asumo toda la responsabilidad por las decisiones que nos han llevado hasta aquí”, dijo Sundar Pichai (Consejero Delegado en Alphabet-Google).

O mensajes como el siguiente: “Hola, soy yo, tu amable compañero ejecutivo, con un patrimonio neto de 2.000 millones de dólares, que se beneficiará de algunos cambios en la empresa que podrían incluir tu despido”.

En palabras de Daniel Ek, CEO de Spotify, mensaje que al parecer de algunos expertos han tachado de “Un ejemplo perfecto de positividad tóxica”, debido a que reitera que tras estos despidos él podrá centrarse mejor en el futuro de Spotify y le permitirá hacer mejor su trabajo.

Mostrando total insensibilidad y falta de empatía, hacia sus colaboradores, si nos vamos más allá del alcance o miras de estos señores, que va a pasar con las familias de estos trabajadores que ya no van a tener o contar con el dinero para comer o cubrir con sus necesidades básicas como pagar renta o hipoteca, servicios (agua, gas, luz, etc.), colegiaturas, transporte, vestido o entretenimiento (hobbies o pasatiempos, plataformas) y servicio de comunicaciones (celular).

Situación que no pasa, nada más en México sino a nivel mundial, analizando todo esto viene a mi mente un concepto que ya había escuchado antes, el término de “Modernidad Liquida” concepto acuñado por Zigmunt Bauman un importante sociólogo, filósofo, y ensayista polaco-británico de origen judío.

Por un lado, decía Bauman, está la “devastación emocional y mental de muchos jóvenes que entran ahora al mercado de trabajo y sienten que no son bienvenidos, que no pueden añadir nada al bienestar de la sociedad sino que son una carga”. Por otro, concluía, “la gente que tiene un empleo experimenta la fuerte sensación de que hay altas posibilidades de que también se conviertan en desechos.

“Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro. No creemos que haya soluciones definitivas y no sólo eso: no nos gustan. Por ejemplo: la crisis que tienen muchos hombres al cumplir 40 años. Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes.

Y lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos. Un traje que no te puedes quitar. Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida.

Con los objetos materiales y con las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre” palabras de Zigmunt Bauman.

Lamentablemente, nada es para siempre, nos estamos acostumbrando a vivir tan rápido, estamos viviendo nuestras relaciones tan rápido, un día estamos casados y al otro día nos estamos divorciando o dejando, evidenciándonos, mostrando nuestras carencias, nuestros vacíos, mostrándonos tal y como somos, como si ya no tuviéramos pudor de guardarnos frente a los demás.